Celebrar la reconciliación es: sanar, es curar el alma, es descubrir la fuerza de la renovación personal, que viene por el regalo gratuito del perdón, por la inmensa misericordia que a través de la cruz y la resurrección hemos recibido. Lo fundamental no son nuestros pecados, es el amor que recibimos, seremos en primera persona testigos de la ternura paterna ya que Dios no se cansa de perdonar.
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